La memoria de su caso está fresca en la memoria de quienes,
con horror, supimos de la crueldad del caso. Muchas mujeres -y hombres simpatizantes- hemos asumido su
muerte como una afrenta personal y, desde nuestras respectivas trincheras
seguiremos -o iniciaremos- una lucha que no permita que su muerte -o la de incontables mujeres que murieron en circunstancias similares- sea en vano.
Tenemos que desempolvar nuestra memoria para recordar que, durante
incontables milenios, la mujer fue objeto de veneración, culto e inspiración.
Ella fue símbolo de sabiduría, justicia, vida y regeneración. Esa memoria
ancestral está en nosotros, podemos comenzar por recordar que cada uno de
nosotros fuimos gestados en su vientre…
Las mujeres somos la mitad de la humanidad y, como alguien
diría, para que la humanidad pueda volar necesita dos alas, la masculina y la
femenina.
Sin saber su credo, encendí una vela en homenaje por su vida, su llama me hizo recordar que la llama de la esperanza y el amor es más fuerte que la del odio y el desamor. Descanse en paz.
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