Antier fui presidente de una de las casillas electorales federales de mi país, México. En elecciones anteriores solo había participado como votante, excepto en una ocasión en la que tuve la oportunidad de fungir como observadora internacional, eso fue durante las primeras elecciones presidenciales en la historia de Mozambique, octubre de 1994.
A diferencia de aquella ocasión en que presencié cómo la
gran mayoría de la población celebraba el triunfo del candidato electo, Joaquim
Chissano, quien garantizó la paz después de un periodo de 30 años de guerra (15
de independencia y 15 de guerra civil), pero aquí a pesar de que el futuro
presidente “obtuvo la mayoría” de votos, paradójicamente la población en
general no celebra con jubilo ese triunfo, por el contrario, se encuentra entristecida,
indignada y aún incrédula con el resultado.
El candidato electo contó con más o menos 37% de los votos, sin
embargo, el 63% restante no solo votó por otros candidatos por confiar en sus propuestas,
sino porque además sentía (y siente) una profunda repulsión sobre los métodos
priístas. Pero no haré un análisis político sobre esta situación, yo solo
quiero recalcar que hoy más que nunca la
organización y el fortalecimiento de la sociedad civil es crucial.
La sociedad civil mexicana ha venido despertando. El haber
sido objetos o testigos del abuso y la impunidad nos está llevando a unirnos, a
organizarnos, y a sacudirnos la modorra para decir ¡YA BASTA! Porque, como dice
el dicho; no hay mal que dure 100 años ni loco que lo aguante.
Dicen que los pueblos tienen el gobierno que se merecen, por
lo mismo creo que, siendo una nación en la que predomina la gente de bien, nos
merecemos un gobierno que nos represente dignamente, pero si este no es el
caso, el sentimiento de indignación seguirá vivo y tomará una y mil formas hasta
conseguir que la justicia prevalezca. No hay de otra o ¿tú qué opinas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario